De netas y calambres

Me encuentro intentando escribir la segunda parte de mi post pasado, difícil, no es que me resista a abrirme a la realidad, si no que me está costando trabajo encontrarle el lado amable y/o cagado.

Cuando era niña realmente quería escribir de mis grandes pesadillas, soñaba cada noche con Eso, Freddy Krueger (así se escribe???), vivía en Cancún y mis papas estaban más locos que nunca, me daban chile habanero para que creciera fuerte y si no me acababa mínimo un chile con cada comida no me podía parar de la mesa, tenía por primera vez en mi vida un cuarto para mi sola, Santa Claus me acababa de regalar una perra pastora alemana divina y acababa de cumplir ocho años (antes de eso no escribía por que vivía en la selva pero esa es madera para otro post). Pero en realidad lo que más me afectaba eran mis sueños, cada noche antes de dormir me pasaba horas escuchando las peleas a madrazos de mis papas, así que dormía con la angustia de despertar y ser huerfana.

A los once años hubiera adorado escribir mi terrible y confusa vida, un año viviendo en el DF con mis padres divorciados, una crisis terrible de identidad, después de crecer entre la naturaleza me encontraba entre víboras de verdad, con brackets, lentes, gordita (eso me lo hizo creer mi papá, ahora veo fotos y es impresionante lo flaquita que estaba en ese momento), me sentía total y absolutamente desubicada, me robaban mi super lunch, me ponían (es neta) alfileres en la silla, valentina en la banca, me bajaban la falda a la mitad del descanso, etc etc etc, pero poco a poco se volvieron mis "amigas"a pesar de no encajar por aquello de carecer de un cuerpo de mujer ¿¿¿???? (ellas fingían muy bien tenerlo). Hubiera querido escribir de la felicidad de vivir en casa de mis abuelos una temporada (nadie me sabe decir porque), de sentirme por primera vez existente, no invisible, segura...Y de como me ayudo a sentirme mejor conmigo misma.

A los trece vivía en Cuernavaca y en vez de escribir de mi vida, escribí un libro de 543 hojas basado en la historia interminable, pero me moría de ganas de escribir que me pasaban cosas rarísimas, soñaba despierta con el hijo del portero, me metía al baño y me pasaba horas viendo mi cuerpo, tocándome, descubriendo y sintiéndome, actuaba inocentemente pero no pensaba así, quería escribir de mi necesidad de pasarme noches enteras en la azotea viendo las estrellas de Cuernavaca mientras soñaba que algún dragón me rescataba. Ahí mi insomnio se volvió tan insistente que el amanecer me agarraba nadando en la alberca desesperada intentando hacer que mi cuerpo cayera exhausto.

A los quince vivía en el DF de nuevo, y ahí lo que hubiera escrito es demasiado fuerte para ser puesto en un blog público, sólo basta decir que andaba muy deprimida, y con problemas familiares fuertones.

A los 17 me fui de mi casa y eso si es para un post completo, que ya será publicado otro día que no me ponga tan melancólica escribir...

A los 19 quería escribir de lo mismo que puse en el post pasado, la mala idea de vivir con Mr. verbo, lo desesperante de la vida laboral y de ama de casa ¿¿¿??? trivialidades que sólo cobran dimensiones disparatadas por la edad y por la relación enfermiza y co dependiente en la que vivíamos, era un infierno nuestra vida, él estudiaba, yo trabajaba, yo no iba a hacer exámenes de la prepa abierta, él se iba de pedo con sus cuates universitarios, yo me emputaba y le prohibía amigos, el me prohibía amigas, el me despertaba a las seis de la mañana con Paranoid Android, yo no le aflojaba, yo no le aflojaba el se masturbaba en el baño mientras yo lloraba, nooo una relación hermosa, realmente divina, después de tantos años juntos y nuestras edades aunado a los pedos familiares que los dos teníamos y se podía apreciar la relación más horrorosa que yo haya vivido, él era un monstruo y yo una bruja, y aprendí, aprendí mucho, gracias a esa tormenta pude vivir una relación muy chingona con Mr. barbas. (Claro con muuuuchas horas de terapia).

Y queda decir que a los 20 no hubiera podido escribir otra cosa que lo que escribí porque mis cuentos me liberaban de mi mundo del teatro, y la verdad mis frustraciones, miedos y malviajes ya están documentados en el teatro y yo, junto con sus dos continuaciones, ya si se me llegan a ocurrir más regresaré a escribir.