Esta vez no seré políticamente correcta, no daré datos y estadísticas, seré causa de polémica y sí, escribiré completa y totalmente de manera subjetiva.
Acerca de la orientación sexual y sus orígenes se ha escrito mucho (aquí mi texto al respecto), acerca de si es normal o no también, acerca de si es natural o una enfermedad, mucho más aún. Su situación legal ha sido parte de periódicos y noticias por muchísimo tiempo, y una gran cantidad de gente toma su postura con una radicalidad que cae en lo ridículo, como si la calidad de cada persona se midiera en función a su intensidad para argumentar su postura. El debate se centra en miedos y prejuicios personales, en experiencias propias, en fobias; nunca es objetivo, siempre lleva carga emocional. Ya sea porque en el fondo tengo miedo de ser gay, ya sea porque me dijeron que es malo y no lo cuestiono, ya sea porque soy homosexual y me he vuelto heterofóbico, siempre habrán razones subjetivas para luchar por causas sociales, nos incumban o no.
La realidad es que todas estas discusiones no tienen sentido, ser heterosexual, homosexual o bisexual es exactamente lo mismo; la sexología, psicología y la biología lo demuestran. Es como discutir si nuestro color de piel nos hace ser más o menos agresivos, más o menos enfermos, más o menos depravados.
La sexualidad es una parte importante de la vida, pero nunca nos define, el dejar que alguien nos defina por una pequeña parte de lo que somos nos convierte en cobardes.
¿Es fuerte? Sí, no podemos seguir permitiendo esta cantidad de etiquetas, de juicios de valor, que nos intenta definir y encasillar. Si algo sabemos de los seres humanos es que somos seres integrales, formados por millones de situaciones que nos hacen ser y actuar de una manera imposible, diría, de clasificar.
Por eso este llamado a la salida de lo que comúnmente se conoce como clóset, el abrir nuestra sexualidad, nuestra orientación para que se normalice, no podemos seguir esperando que los demás lo hagan por nosotros.
Me entristece la idea de tener que hacer esto, yo no voy por la calle y digo “hola soy x y mi orientación es z”, pero ahora es un momento en donde la normalización es vital para evitar este odio/miedo injustificado.
Los seres humanos tenemos derechos inalienables, ¿dónde está especificado que si uno decide compartir su vida con x persona esos derechos se pierden? Se necesita igualdad legal y se necesita que ninguna religión se meta con la legalidad de la igualdad.
Pero ahora es momento de entrar en catarsis, liberarnos y aceptar nuestra orientación con el mundo; de aceptar que amar a alguien o desear a alguien, sea quien sea, es algo que a nadie más debe interesar.
Claro, el salir del clóset es un movimiento emocional tan intenso que no es fácil, el miedo nos puede paralizar, el miedo al qué dirán, a la pérdida de amigos o al alejamiento de la familia, el tener miedo a decepcionar a las personas… Todos estos son motivos que deberían impulsarnos a hacerlo: quien nos ame de verdad no dejará de hacerlo, quien se decepcione es porque tenía expectativas falsas, quien se aleje necesita no sólo mucha información y educación sexual sino hasta a veces terapia, etc.
Necesitamos entender que si alguien nos rechaza por nuestra orientación sexual es la persona que lo hace la que está mal, no nosotros; él o ella necesita terapia y educación sexual, que quien nos tiene miedo o nos odia por ser quienes somos necesita comprensión y no al revés, y en estos casos cuentan hasta las personas que aceptan la homosexualidad pero como algo chistoso o como una situación de comedia romántica (algo que puede ser removido a discreción); todos ellos necesitan de nuestra empatía porque por lo general sus bases provienen de la ignorancia, del miedo y necesitamos educarlos, ¿cómo?, normalizando, saliendo del clóset, diciendo soy x y soy así; así soy yo, así naci y así soy feliz.